Las grisallas de Sant Pau, una historia de cristianismo, cátaros y arte
El ermitorio de Sant Pau, situado a escasos kilómetros de Albocàsser y considerado la puerta de entrada al Alt Maestrat, alberga en el interior de su complejo muchas cualidades que con el paso de los años se han convertido en auténticos símbolos de la historia y tradición local. Uno de estos puntos fundamentales de atracción son las grisallas que inundan las paredes del interior de la hospedería, que no de la ermita, de Sant Pau. Se distingue la ermita primitiva de la cual se tiene constancia ya en 1568, contextualizada con el milagro de Sant Pau y sus curaciones milagrosas en este concreto lugar; y la hospedería, junto a la ermita, que empezó a construirse a finales de siglo XVI pero que se amplió en el XVIII con dos alas porticadas a los lados. Pues bien, el interior de la hospedería contiene un amplio catálogo de grisallas en las paredes, que son pinturas murales basadas en una técnica de pintura monocroma habitualmente de grises que provocan efectos de relieve y que, en este caso, tienen simbologías dispares entre ellas.
Los principales ejemplares de grisallas los encontramos en la Sala de Reuniones del ermitorio, en el primer piso de la construcción, que datan del siglo XVIII. Sus paredes están totalmente decoradas por múltiples ejemplos, que continúan siendo de autor desconocido. Estas obras artísticas representan escenas tan míticas como la Última Cena, icono universal del cristianismo; la evolución de la vida de Sant Pau y sus escenas costumbristas como su conversión, bautismo o martirio; también se pueden observar un Jesús en la cruz que permaneció encalado desde el 1936 hasta el 1956 o el Santo Grial, uno de los elementos más inspiradores en la historia del arte.
Cómo es patente, los motivos religiosos son el leitmotiv de las grisallas, aunque también hay personajes civiles históricos como el Duque de Saboya pintado en la pared interior junto a la puerta principal de entrada al recinto. De hecho, la mayoría de las paredes del recinto están completamente cubiertas por estas obras que, todavía hoy en día, continúan fundamentando hipótesis sobre quién o quienes fueron sus autores. Los cátaros imprimieron un carácter único sobre este ermitorio-hospedería, para ser el lugar de migración que uno de los movimientos religiosos más importantes de la edad mediana eligió para escapar de la muerte y la represión desde el sur de Francia. Muchos estudios les otorgan la autoría de estas grisallas por ser coetáneos en el tiempo, y por el significado, por ejemplo, de las grisallas de los Saboya. Las pinturas referentes a ellos se relacionan con la política libertaria religiosa que emprendieron, promotores de la libertad de culto con tolerancia para cátaros y otros movimientos similares, completamente alejados de las persecuciones que los obligaron a huir del sur de Francia. También se contempla la hipótesis que fue Vicent Guilló quien decoró las paredes, el mismo autor de los exuberantes frescos de la capilla principal del ermitorio.
Aunque la autoría de estas obras de arte no sea conocida, y despierta hipótesis y teorías de siglos atrás, el legado que aquellos artistas han dejado para las generaciones posteriores es legendario. Un recorrido por Sant Pau significa disfrutar de arquitectura, legado o tradición. Pero bajando al plano humano, andar por este enclave histórico es despertar la imaginación e imaginar cátaros yendo y viniendo propagando la palabra de los últimos ‘perfectos cátaros’. En pleno siglo XXI, Sant Pau continúa siendo una de las joyas culturales del Alt Maestrat. No es para menos. Sus grisallas forman parte de un legado humano e histórico que los siglos se obstinan en reconocer y respetar.